sábado, 25 de julio de 2020

REMEMBRANZA PERSONAL DE MIS ABUELOS


Los abuelos, esos adultos mayores, que para muchos hoy día son una carga, tienen mucho por enseñarnos.


De mi abuelo Efrén aprendí la reciedumbre, fue arriero, trabajó con correos de Colombia, llevando cartas y encomiendas por las montañas de Cundinamarca. Un día cuando llegué por primera vez de hacer la caminata Subachoque - San Francisco por El Tablazo, estando en el Colegio Champagnat del que me gradué, le dije que las personas que habían colocado la imagen de la Virgen y la antena que se ve en la cima del Tablazo debieron ser unos duros. A lo que me respondió escuetamente "Yo fui uno de ellos". Claro, él era natural de San Francisco. Desde allí lo admiré en silencio y cada vez que podía lo escuchaba con atención. Hasta que se fue de la casa, más bien lo sacaron.

De mi abuela Cecilia, aprendí la entereza, la dedicación y, gracias a ella, también, me formé en espiritualidad, me dio a conocer la religión católica. Lo mejor que pude heredar de ella. También se fue de la casa.

¡Qué fortaleza la de ellos dos! pues sus muertes no fueron fáciles, aguantaron con paciencia sus dolores hasta que no pudieron más. Él de úlceras en el sistema  digestivo, lo que recuerdo fue que me contaron que estaba en la casa de Kennedy en su habitación y de un momento a otro vómito sangre, untando las paredes y ya venía con sus padecimientos previos. La atención de él fue mejor que la de mi abuela, ya que mi primo Fabián trabajaba en el Hospital San José, donde tuvo una buena asistencia. Mi abuela soportó tres derrames cada uno la diezmaba, pero aún seguía mostrando su entereza. Murió en un corredor frío del Hospital San Pedro Claver (Hoy Méderi) esperando un cuarto que no llegó.

En ambas ocasiones le dije a mi mamá que los trajeran a casa, que murieran en familia, pero como era un niño mi voz no valía, no retumbó.

De vez en cuando, le reprochaba a mi mamá, el hecho de que se hubieran ido de casa. Siempre le dije, en esas ocasiones que salía el tema, primero están los padres que los hijos, aun más los abuelos, sin ellos no seríamos lo que somos, en la gran mayoría de casos. No sé cuál fue la razón para que mi mamá no los tuviera en casa. Más bien, si la sé. Porque de esa misma manera a mi mamá la trato. Y es algo que llevo en mi interior y que ya perdoné.

Para terminar, antes de morir mi abuela, a pocos días de su tercer derrame. Yo estaba en Undécimo, a punto de graduarme y ser bachiller. No sé porqué, pero en una de mis visitas a la casa de Kennedy donde vivía con mi tía Ana y mi prima Dolly y con mi tío Luis y Pili su señora y mis Primas Fernanda y Johanna, me le acerqué y le dije al oído no te vayas hasta que veas y te presente mi diploma de  bachiller.

Me gradué el 28 de noviembre del 94, a los dos días fui y se lo mostré. Mi abuela se fue en diciembre de ese año, el 17, para la celebración del cumpleaños de mi prima Fernanda, ella cumplía en junio pero mi tío quiso celebrar la fiesta ese sábado. Fiesta que no se hizo.

Este pedazo de alma lo escribo a manera de exorcismo, un día antes del 26 de julio, día que se celebra y se conmemora a los padres de la Virgen María. Abuelos de Jesús. 

San Joaquín y Santa Ana.

Bogotá, D. C., 25 de julio de 2020.